REVIEW "Death by Hanging (1968)"· By: Jorge Endrino (Asiateca) -Firma Invitada-
Hoy volvemos a traer una reseña en el blog y lo hacemos de la mano de nuestra firma invitada, espacio donde tengo la suerte de poder contar con la colaboración de gente de otros medios a los que admiro, respeto y por supuesto con las que aprendo. No os voy a negar que hoy me hace especial ilusión pues nuestra firma de hoy es Jorge Endrino, el websmater de "Asiateca", o como la llamo yo, "La Biblia del cine asiático en España". Hace ya muchos años, cuando comencé a interesarme por la cultura cinematográfica de Asia, no existían en España los medios de difusión que conocemos hoy en día, literalmente eran cuatro gatos que dedicaban su tiempo y pasión en divulgar y dar a conocer esta cinematografía tan desconocida por aquel entonces. Para mí existían 2 sitios que eran clave para el desarrollo de mi aprendizaje, en donde sacar datos, ampliar conocimientos y conocer este mundo. Asiateca era uno de ellos junto a su alma máter, el mayor foro de habla hispana, Allzine. Entre ambas comunidades encontrábamos todo lo que necesitásemos, muchas horas de lectura he pasado yo ahí enganchado como quien se engancha al último videojuego de moda. Asiateca y AllZine eran el complemento perfecto para gente como yo, quien no teníamos ni idea de nada pero queríamos aprender de todo, una referencia. En una época cuando apenas existía forma de aprender sobre esta cinematografía Asiateca con Jorge Endrino a la cabeza ya estaba aquí dando el callo, y es que cuando digo que es "La Biblia del cine asiático en España" lo digo de forma literal. Su web tiene absolutamente de todo y siempre enfocado en un prisma mas clásico, diría yo que incluso romántico. Él es uno de los pioneros en España aunque sé de buena tinta que no se lo cree. Gracias al trabajo de más de 14 años de Jorge en Asiateca (que se dice pronto), podemos encontrar todo tipo de contenido; artículos sobre géneros o diferentes aspectos del cine asiático, biografías y monográficos relacionados con estas cinematografías. También los "Asiateca Fanzine", coleccionables de artículos temáticos maquetados en PDF con todo tipo de información así como noticias de actualidad sobre proyecciones especializadas de cine oriental en España, seguimiento de Festivales y Premios especializados o crónicas de los festivales tanto dentro como fuera de nuestro país. Pero la labor de divulgación por parte de Jorge no acaba ahí, también ha plasmado sus conocimientos en varios libros como "Kaiju! Cuaderno de Campo", "Kung Fu Girls! Las actrices de acción de Hong Kong y China" o los maravillosos Anuarios de CineAsia. Vamos, todo un ejemplo a seguir para mí y para muchos como yo. El blog se me queda pequeño para definirle y hacer justicia, creo que ni él mismo es consciente de lo importante que es para nosotros. Solo diré que desde mi ojos es un ser de luz tan necesario para nosotros como primordial es su trabajo.
Si algo más hay que decir de Jorge es que es un gran fan del cine clásico y los géneros más puramente asiáticos: Kaiju Eiga, Wuxia, Chanbara, Jidai Geki, Kung fu... y claro está que la firma de hoy viene acompañada con una de esas reviews de una cinta que es historia. Sin más dilación os dejo con sus escritos.
"Decir que Asiateca es una web sobre cine asiático es tan cierto como simplista. Su carácter personal, que salvo colaboraciones -a veces de capital importancia-, compone el aspecto principal de la misma, la convierten en algo más, en la expresión de una afición, de un carácter, de una evolución… la convierten en la visión de su creador, el mismo que os habla -más bien escribe-, y como ha ido afrontando su relación con el séptimo arte. A lo largo de estos 14 años de vida de la web muchas han sido sus mutaciones y cambios de rumbo, si bien siempre con un elemento común, el descubrimiento, no seguir la moda pasajera, no centrarse en lo convencional, en lo efímero. No soy capaz de entender el cine sin ese espíritu inquieto que te lleva a descubrir una cinematografía, un director, un género, un… algo, algo que te haga ver que hay cine más allá de donde pensabas y que puedes adentrarte en el con pasión y sin prejuicios. Eso es simplemente Asiateca, mis años descubriendo cine e intentando compartir lo que descubría con los demás, puro masoquismo divulgativo. Pero no estoy aquí para soltaros ningún discurso, sino para aplicar estas premisas y descubriros -espero que no a todos- una película, y de paso una época muy particular.
Trasladémonos al Japón de la década de 1960, un país que salia de la posguerra hacia la recuperación económica y que por el camino dejaba una juventud con tendencias de izquierdas que quería romper con el pasado y que no veía con buenos ojos el pacto de cooperación entre Japón y Estados Unidos, exigiendo más libertades personales ante el ambiente mundial de la “Guerra Fria”. Activistas de izquierdas, entre los que se encontraba un joven llamado Nagisa Oshima, protestaron ante la primera renovación del tratado en 1960. Finalmente el tratado fue renovado, el incipiente movimiento revolucionario derrotado, pero un nuevo espíritu de agitación radical había sido liberado en el ámbito cultural. Oshima pronto se convertiría en uno de los directores clave de la década en ese ambiente de cine independiente y trasgresor, con una serie de películas que siempre conservarían la capacidad de provocar y sorprender.
Es algo común en Asia que las productoras cinematográficas también posean las redes de exhibición y por tanto de distribución. Pero, a su vez, siempre han existido momentos en que por diversas circunstancias muchos artistas han decidido volar solos y fundar sus propias compañías, erigiéndose en estandartes del cine independiente de los grandes estudios. Esta independencia no solo se ve a nivel económico, sino, y quizás más importante, a nivel artístico, saliéndose del panorama monotemático que muchas veces absorbía a los grandes estudios, que producían películas de géneros y estilos muy específicos orientadas al gusto de las masas y el beneficio rápido. En la década de 1960 una distribuidora llamada Art Theatre Guild, con independencia absoluta a pesar de haber nacido bajo el paraguas de una “mayor” como la Toho, se convirtió en epicentro de estas inquietudes cinematográficas, dando pie a la exhibición de cine fuera de los grandes estudios y cadenas de distribución. Hablar de la ATG es hablar del cine político y reivindicativo de Nagisa Oshima, del cine vanguardista de Shuji Terayama o Toshio Matsumoto, es hablar del erótico político guerrillero de Koji Wakamatsu y Masao Adachi, es hablar de Yoshishige Yoshida, Akio Jissoji, Susumu Hani, Hiroshi Teshigahara y tantos otros realizadores; es descubrir un mundo muy diferente a los Jidai-geki o el Yakuza action de la época.
Cuando la Art Theatre Guild decidió pasar de la distribución a la producción de cine independiente, la primera película en la que participó plenamente en 1968 fue "Death by Hanging" de Nagisa Oshima, una dura y controvertida película que se basa en un hecho real: En 1958 el joven Ri Chin'u, coreano de segunda generación, nacido en Japón de padres inmigrantes de clase muy baja, fue detenido por la violación y el asesinato de dos jóvenes japonesas. No solo confesó sus crímenes, sino que escribió sobre ellos con gran detalle en una serie de cartas que serian recopiladas y publicadas, creando un gran revuelo. A pesar de su clase social, estas cartas denotaban que el joven era inteligente y versado. El propio Oshima llego a decir de él que “era el joven más inteligente y sensible producido por el Japón de la posguerra” y que su prosa “debería incluirse en los libros de texto de la escuela secundaria”. Por supuesto estas afirmaciones trascendían los hechos y se basaban en algo más.
"Death by Hanging" comienza de una forma sobria y casi documental, con unos carteles en gris que cuentan que más del 71% de la población japonesa se opone a la abolición de la pena de muerte. Se interpela directamente a esas personas “¿Acaso han visto alguna vez una sala de ejecuciones? ¿Acaso han visto alguna vez una ejecución?”, entonces se comienza con la descripción fría, directa y metódica de una sala de ejecuciones y del proceso de la propia ejecución. Conforme esa descripción avanza, narrada por la voz en off del propio Oshima, veremos como se prepara al joven R para su funesto destino, y así lo vemos caer por el agujero y quedar colgado ante el absoluto silencio del fondo musical y la propia voz en off, repitiendo el proceso desde diferentes ángulos. Pero, como dice un intertitulo intercalado un poco después, el cuerpo de R se niega a aceptar su ejecución y pasados más de 20 minutos su corazón no para de latir y el desconcierto conde entre los funcionarios que no saben que hacer. Deciden bajarlo y reanimarlo, entre conversaciones sobre como afrontar el siguiente paso, pero cuando el joven vuelve en sí no parece recordar quién es y un tecnicismo legal no parece permitir la ejecución si no se es consciente del delito.
Continuidad de carácter y narrativa, lógica espacial y temporal: todo se socava sistemáticamente cuando Oshima mezcla polémica política, efectos de alienación cómica, parábola kafkiana y un ataque surrealista a la percepción. Los carceleros intentan hacer recordar a R para así poder colgarlo de nuevo, y para ello recuren a narrar su pasado, contextualizar su situación racial e interpretar los propios asesinatos, todo ello sin salir de la sala de ejecuciones y ante la presencia de un fiscal, que representa a la nación, que ni siquiera mira lo que está pasando, solo pierde la mirada al frente como si fuera una estatua -generalmente con la bandera de japón de fondo- en una imagen extrañamente cómica. Toda su primera parte es de una comicidad incomoda y surrealista, mezclando poco a poco la realidad con la imaginación de los intentos por hacer recordar a R: la sala de ejecuciones se transforma en la casa del joven, en la calle donde paseaba, en el colegio donde cometió uno de los asesinatos. Los propios guardias parecen alienarse hasta entrar en esa misma ensoñación y la cosa deja de tener gracia, pierde su vertiente cómica en un ambiente enrarecido y crudo.
En su tramo final hace acto de presencia, entre la fina línea que separa realidad y ficción, la “hermana”, personaje que representa el nacionalismo coreano del protagonista que está extraído directamente de las publicaciones de las cartas originales de Ri. A su propia manera, también intentará despertar a R desde su posición dentro de la propia imaginación del joven, dispersando más si cabe la realidad y volviendo la cinta algo confusa en base a largas conversaciones sobre la culpa y la conciencia, la raza y la discriminación. Cuando todo parece empezar a aclararse, los personajes interpelan entre si y a cámara con sus últimas reflexiones -a veces no sabes si cierta pregunta va dirigida a un personaje o a ti mismo como espectador-, antes de un final demoledor que no dejará indiferente a nadie, una especie de catarsis a todo lo que has estado viendo, y sintiendo, durante las dos horas que dura la película.
Si algo más hay que decir de Jorge es que es un gran fan del cine clásico y los géneros más puramente asiáticos: Kaiju Eiga, Wuxia, Chanbara, Jidai Geki, Kung fu... y claro está que la firma de hoy viene acompañada con una de esas reviews de una cinta que es historia. Sin más dilación os dejo con sus escritos.
"Decir que Asiateca es una web sobre cine asiático es tan cierto como simplista. Su carácter personal, que salvo colaboraciones -a veces de capital importancia-, compone el aspecto principal de la misma, la convierten en algo más, en la expresión de una afición, de un carácter, de una evolución… la convierten en la visión de su creador, el mismo que os habla -más bien escribe-, y como ha ido afrontando su relación con el séptimo arte. A lo largo de estos 14 años de vida de la web muchas han sido sus mutaciones y cambios de rumbo, si bien siempre con un elemento común, el descubrimiento, no seguir la moda pasajera, no centrarse en lo convencional, en lo efímero. No soy capaz de entender el cine sin ese espíritu inquieto que te lleva a descubrir una cinematografía, un director, un género, un… algo, algo que te haga ver que hay cine más allá de donde pensabas y que puedes adentrarte en el con pasión y sin prejuicios. Eso es simplemente Asiateca, mis años descubriendo cine e intentando compartir lo que descubría con los demás, puro masoquismo divulgativo. Pero no estoy aquí para soltaros ningún discurso, sino para aplicar estas premisas y descubriros -espero que no a todos- una película, y de paso una época muy particular.
Trasladémonos al Japón de la década de 1960, un país que salia de la posguerra hacia la recuperación económica y que por el camino dejaba una juventud con tendencias de izquierdas que quería romper con el pasado y que no veía con buenos ojos el pacto de cooperación entre Japón y Estados Unidos, exigiendo más libertades personales ante el ambiente mundial de la “Guerra Fria”. Activistas de izquierdas, entre los que se encontraba un joven llamado Nagisa Oshima, protestaron ante la primera renovación del tratado en 1960. Finalmente el tratado fue renovado, el incipiente movimiento revolucionario derrotado, pero un nuevo espíritu de agitación radical había sido liberado en el ámbito cultural. Oshima pronto se convertiría en uno de los directores clave de la década en ese ambiente de cine independiente y trasgresor, con una serie de películas que siempre conservarían la capacidad de provocar y sorprender.
Es algo común en Asia que las productoras cinematográficas también posean las redes de exhibición y por tanto de distribución. Pero, a su vez, siempre han existido momentos en que por diversas circunstancias muchos artistas han decidido volar solos y fundar sus propias compañías, erigiéndose en estandartes del cine independiente de los grandes estudios. Esta independencia no solo se ve a nivel económico, sino, y quizás más importante, a nivel artístico, saliéndose del panorama monotemático que muchas veces absorbía a los grandes estudios, que producían películas de géneros y estilos muy específicos orientadas al gusto de las masas y el beneficio rápido. En la década de 1960 una distribuidora llamada Art Theatre Guild, con independencia absoluta a pesar de haber nacido bajo el paraguas de una “mayor” como la Toho, se convirtió en epicentro de estas inquietudes cinematográficas, dando pie a la exhibición de cine fuera de los grandes estudios y cadenas de distribución. Hablar de la ATG es hablar del cine político y reivindicativo de Nagisa Oshima, del cine vanguardista de Shuji Terayama o Toshio Matsumoto, es hablar del erótico político guerrillero de Koji Wakamatsu y Masao Adachi, es hablar de Yoshishige Yoshida, Akio Jissoji, Susumu Hani, Hiroshi Teshigahara y tantos otros realizadores; es descubrir un mundo muy diferente a los Jidai-geki o el Yakuza action de la época.
Cuando la Art Theatre Guild decidió pasar de la distribución a la producción de cine independiente, la primera película en la que participó plenamente en 1968 fue "Death by Hanging" de Nagisa Oshima, una dura y controvertida película que se basa en un hecho real: En 1958 el joven Ri Chin'u, coreano de segunda generación, nacido en Japón de padres inmigrantes de clase muy baja, fue detenido por la violación y el asesinato de dos jóvenes japonesas. No solo confesó sus crímenes, sino que escribió sobre ellos con gran detalle en una serie de cartas que serian recopiladas y publicadas, creando un gran revuelo. A pesar de su clase social, estas cartas denotaban que el joven era inteligente y versado. El propio Oshima llego a decir de él que “era el joven más inteligente y sensible producido por el Japón de la posguerra” y que su prosa “debería incluirse en los libros de texto de la escuela secundaria”. Por supuesto estas afirmaciones trascendían los hechos y se basaban en algo más.
"Death by Hanging" comienza de una forma sobria y casi documental, con unos carteles en gris que cuentan que más del 71% de la población japonesa se opone a la abolición de la pena de muerte. Se interpela directamente a esas personas “¿Acaso han visto alguna vez una sala de ejecuciones? ¿Acaso han visto alguna vez una ejecución?”, entonces se comienza con la descripción fría, directa y metódica de una sala de ejecuciones y del proceso de la propia ejecución. Conforme esa descripción avanza, narrada por la voz en off del propio Oshima, veremos como se prepara al joven R para su funesto destino, y así lo vemos caer por el agujero y quedar colgado ante el absoluto silencio del fondo musical y la propia voz en off, repitiendo el proceso desde diferentes ángulos. Pero, como dice un intertitulo intercalado un poco después, el cuerpo de R se niega a aceptar su ejecución y pasados más de 20 minutos su corazón no para de latir y el desconcierto conde entre los funcionarios que no saben que hacer. Deciden bajarlo y reanimarlo, entre conversaciones sobre como afrontar el siguiente paso, pero cuando el joven vuelve en sí no parece recordar quién es y un tecnicismo legal no parece permitir la ejecución si no se es consciente del delito.
Continuidad de carácter y narrativa, lógica espacial y temporal: todo se socava sistemáticamente cuando Oshima mezcla polémica política, efectos de alienación cómica, parábola kafkiana y un ataque surrealista a la percepción. Los carceleros intentan hacer recordar a R para así poder colgarlo de nuevo, y para ello recuren a narrar su pasado, contextualizar su situación racial e interpretar los propios asesinatos, todo ello sin salir de la sala de ejecuciones y ante la presencia de un fiscal, que representa a la nación, que ni siquiera mira lo que está pasando, solo pierde la mirada al frente como si fuera una estatua -generalmente con la bandera de japón de fondo- en una imagen extrañamente cómica. Toda su primera parte es de una comicidad incomoda y surrealista, mezclando poco a poco la realidad con la imaginación de los intentos por hacer recordar a R: la sala de ejecuciones se transforma en la casa del joven, en la calle donde paseaba, en el colegio donde cometió uno de los asesinatos. Los propios guardias parecen alienarse hasta entrar en esa misma ensoñación y la cosa deja de tener gracia, pierde su vertiente cómica en un ambiente enrarecido y crudo.
En su tramo final hace acto de presencia, entre la fina línea que separa realidad y ficción, la “hermana”, personaje que representa el nacionalismo coreano del protagonista que está extraído directamente de las publicaciones de las cartas originales de Ri. A su propia manera, también intentará despertar a R desde su posición dentro de la propia imaginación del joven, dispersando más si cabe la realidad y volviendo la cinta algo confusa en base a largas conversaciones sobre la culpa y la conciencia, la raza y la discriminación. Cuando todo parece empezar a aclararse, los personajes interpelan entre si y a cámara con sus últimas reflexiones -a veces no sabes si cierta pregunta va dirigida a un personaje o a ti mismo como espectador-, antes de un final demoledor que no dejará indiferente a nadie, una especie de catarsis a todo lo que has estado viendo, y sintiendo, durante las dos horas que dura la película.
“- ¿Es un error asesinar?
- Sí, es un error.
- Entonces matarme es un error ¿no es así?”
Este áspero alegato no solo está destinado a remover conciencias sobre de la pena de muerte, sino sobre el racismo imperante en aquellos años y la futilidad del sentimiento nacional, sea cual fuere su origen. Temas muy presentes en nuestro mundo actual, más de 50 años después de su estreno.
TRAILER
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