Segunda de las diez pelis de la serie de Torakku Yarō protagonizada por nuestro camionero golfo y putero más entrañable de la filmografía universal.
Torakku Yarōsería al cine macarra y grosero lo que la serie de Tora San es para el cine familiar japonés. Si Tora San contaba con la buena mano de Yoji Yamada, un número uno indiscutible dentro de la tradición del cine clásico-rancio-familiar, en Torakku Yarō estaría otro número uno desde el punto de vista opuesto, Noribumi Suzuki, otro indispensable y bendito del cine de género de la era Showa. Los dos personajes están cortados por el mismo patrón y la resolución de cada film suele ser idéntica: el prota se encapricha de alguna, intenta cambiar su personalidad, ayuda a alguien a resolver algún entuerto y finalmente recibe las calabazas esperadas. Y aquí, igual que con las del vagabundo de Shibamata, te ríes, disfrutas y hasta te emocionas (con humor escatológico, tetas y acción al límite de la ley que el otro no tiene y que también se agradece). Una maravilla que da paz de espíritu y alegría para toda la jornada.
Viva Noribumi Suzuki, viva Bunta Sugawara y viva el gremio de los camioneros que inspiró esta obra de arte.
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